Allá por Enero de 2020, cuando recién empezábamos a escuchar sobre un virus que se había gestado en un mercado de una ciudad llamada Wuhan en China, ninguno de nosotros pensó que muy rápidamente tendríamos que repensar nuestras prácticas y adaptarnos a nuevas modalidades de comunicación; y como equipos de trabajo a propuestas terapéuticas diferentes implementando el uso de la tecnología y reemplazar por un tiempo el consultorio y la comunicación cara a cara.
Tiempo antes de que iniciara la pandemia me había interesado en escribir sobre la teleterapia pero no imaginaba que la incorporaríamos a nuestras vidas como una herramienta cotidiana de comunicación y trabajo tan rápidamente.
Las terapias on-line o ciber-terapias, como intervenciones de ayuda psicológica sustentadas en internet se transformaron durante la pandemia más que en un complemento y alternativa a la atención tradicional o cara a cara en una estrategia básica para poder darle continuidad a los tratamientos psicoterapéuticos; y aquello que durante las primeras semanas nos llenó de incertidumbre y preguntas tanto a terapeutas como a pacientes se fue implementando con buena respuesta por parte de quienes ya estaban realizando un proceso de tratamiento.
La terapia on-line es la interacción terapéutica entre profesional y paciente a través del uso de internet; esta comunicación puede darse de manera sincrónica por ejemplo por videoconferencia o de manera asincrónica por ejemplo vía mail. Las diferentes vías de contacto a través de la tecnología que se presentan son los mails, sms, chats, entrevistas telefónicas, videoconferencias, bajada de recursos de la web, sitios web de autoayuda, sitios web con servicios estandarizados y protocolizados de terapia on-line.
En el caso de la psicología clínica, el comienzo del uso de las TICs podría situarse cuando Wittson, Affleck, y Johnson (1961) emplearon la videoconferencia; posteriormente Weizembaum (1966) diseñó el programa ELIZA y su aplicación DOCTOR que simulaba las respuestas no directivas de un terapeuta de orientación rogeriana. Hace unos 20 años aproximadamente se llegaban a vaticinar los usos de la realidad virtual en el entorno terapéutico, recomendando la necesidad de estudiar estos nuevos entornos de comunicación (Baños, Botella, y Perpiñá, 1998). Actualmente, uno de los campos que más se abre camino en el uso de TICs en psicología clínica es la incorporación de internet al trabajo del terapeuta. Esta incorporación implica desde
disponer de publicidad online hasta desarrollar tratamientos en la web; es por ello que algunos sostienen que estamos presenciando el nacimiento de una nueva forma de tratamiento: la intervención mediante internet (Andersson, 2009 en Soto Pérez, F,2010).
La psicoterapia on-line presentaría ciertos beneficios y posibles obstáculos cuando se compara con la terapia cara a cara. Preguntas sobre eficacia clínica son de interés primordial para los trabajadores de la salud mental y hoy más que nunca están en boga estos estudios. Varios han llegado a la evidencia de que los pacientes que realizan
psicoterapia de manera on-line experimentan similares resultados comparados con grupos control; sumado a ello los estudios de proceso indicarían que la alianza terapéutica no es afectada por el medio de comunicación utilizado. (Thompson, R.B, 2016)
Especificando las ventajas, es importante centrarse en el posible efecto de facilitar el acceso; este no sólo se refiere a mitigar el impacto de la distancia o los servicios de transporte, sino también el abarcar personas que se sienten estigmatizadas por su problema y que a una consulta planteada desde la presencialidad no asistirían; todo ello a
un bajo costo, de manera cómoda y con resultados satisfactorios.
Las desventajas que se encuentran a la ausencia de interacción cara a cara se relacionan con la existencia de prejuicios y resistencias a modificar el trabajo tradicional al incorporar las nuevas tecnologías.
Este cambio del marco de relación implica una serie de asimilaciones del modo de interacción y comunicación terapéutica que no están
claramente definidas ni para la cuál existe formación (Soto-Pérez, 2008). Otra desventaja es la multi-dependencia de las ciber-terapias, que al estar determinadas por compañías de comunicación o hardware, implica incorporar a un nuevo actor a la atención clínica; por ejemplo, pueden ocurrir caídas de la red atribuible a estas empresas o necesidades de servicio técnico que en la atención tradicional no son necesarios. Otro asunto fundamental es acreditar la idoneidad de una plataforma web o de un terapeuta, así como la confidencialidad de los intercambios, porque también estamos presenciando el desarrollo
de agencias acreditativas de terapeutas y plataformas de psicología clínica online. No obstante, se cree que, la mayor parte de estas desventajas pueden ser fácilmente superables y muchas de ellas están basadas más en prejuicios que en posicionamientos reales que puedan resistir el debate científico. Así, las ciber-terapias son una alternativa
a la terapia cara a cara cuando está es difícil o imposible, por lo que su primera comparación debe realizarse con la no-intervención; es decir las ciber-terapias serían la indicación cuando el tratamiento tradicional no es posible y se debe posicionar como un complemento para el tratamiento cara a cara. Esto se vio claramente en la implementación de los tratamientos de manera on-line por las distintas plataformas que se fueron utilizando a partir de la pandemia y sobretodo en los primeros tiempos del ASPO en Argentina y a las que los pacientes pudieron acceder.
Algunos profesionales ya utilizaban la atención remota o terapia en línea, generalmente en casos de pacientes argentinos que estaban en el exterior o que se habían mudado. Pero para otros era una manera de llevar adelante el proceso terapéutico completamente nueva y
representaba un desafío. Para los psicólogos el desafío llegó de la mano de adaptarnos a desarrollar una sesión individual, vincular o un encuentro de tipo grupal planteando un encuadre diferente al de la presencialidad, donde fuimos aprendiendo conjuntamente con los
pacientes esta nueva modalidad, que apareció en un momento de crisis, pero que hoy podemos decir que llegó para quedarse. Da cuenta de la capacidad de adaptación del ser humano, y reconocemos que en algunos casos trajo beneficios que hoy en día continuamos implementando, como por ejemplo en los tratamiento es los que la red socioafectiva participa de los encuentros. ya sea en sesiones de tipo vincular, familiar o en los espacios grupales de red o multifamiliares; ya que personas que no estaban participando de los tratamientos cara a cara por vivir a distancias geográficas alejadas comenzaron a tener
participación, logrando muy buena adherencia en los tratamientos y sosteniendo la participación a lo largo del tiempo.
Otra de las cuestiones que en un inicio causó incertidumbre tuvo que ver con si el paciente y su red socioafectiva se adaptaría a esta nueva modalidad o perdería adherencia debido a este cambio; lo que pudimos constatar en la mayoría de los casos fue que se sostuvo la
participación de los espacios y el porcentaje de abandono fue similar al que se registraba en los tratamientos que se llevaban adelante de manera presencial.
Podemos decir que la teleterapia llegó para quedarse, lejos de dificultar o limitar el trabajo del terapeuta o la participación de los pacientes en los tratamientos en distintos dispositivos terapéuticos, desde sesiones de terapia individual a sesiones de grupo terapéutico o multifamiliares, abrió la posibilidad de darle continuidad a los tratamientos psicológicos en el transcurso de la pandemia; continuamos tanto terapeutas como pacientes adaptándonos y utilizando este tipo de recursos para llevar adelante los procesos terapéuticos, repartiéndonos
entre los encuentros por zoom y el consultorio.